Ha sido esta una de las historias más misteriosas de nuestro
archipiélago. Una leyenda que, a diferencia de otras, podía ser contemplada a
la vista de cualquier persona siendo totalmente perceptible al ojo humano. Una
isla que emergía sobre el océano y podía ser vista desde el oeste de La Palma y
al norte de El Hierro, aunque también existen relatos que nos hablan de su
presencia en los horizontes de Tenerife y La Gomera. Fueron numerosas las
expediciones que zarparon en su búsqueda ante la visión embriagadora de aquella
silueta que se erigía sobre el mar, a la vez que se sucedían las declamaciones
de personas que aseguraban haber estado allí, y la describían como un lugar de
fantasía, con aves exóticas, pisadas de gigantes y humo proveniente de algunos
lugares de la isla, confirmando la presencia de pobladores.
Pero, ¿Quién era el tal San Borondón que daba nombre a la
isla? Para ello debemos viajar al pasado, hasta la Irlanda del siglo V de
nuestra era. Allí, en el condado de Kerry, un joven ingresó como monje y con el
tiempo llegó a ser abad, su nombre era Brendán (durante los siglos venideros su
nombre degeneró hasta llegar a Borondón). Era costumbre del monacato irlandés
llevar el Evangelio hacia lugares diversos y lejanos, mucho más allá de sus
fronteras. En ocasiones se lanzaban a la mar en embarcaciones sin remos ni
velas, llevados a la deriva a donde Dios quisiera enviarles a cumplir su
voluntad. Así que Brendán formó parte de una de aquellas expediciones junto con
180 tripulantes más, navegando a los confines del mundo conocido durante largo
tiempo y, en un momento dado, creyó llegar a una isla en donde ofició misa.
Instantes después la isla empezó a moverse hundiéndose en el mar, resultando
ser esta una enorme ballena. Brendán y su tripulación siguieron navegando con
la fortuna de avistar una isla a la cual arribaron. Había en ella un gigante
con el que los monjes entablaron productivas conversaciones. De esta manera, el
gigante se convirtió al cristianismo y con los días deseo morir para
beneficiarse de las ventajas de su conversión. Desde entonces la isla permanece
inexpugnable para los marineros.
Definitivamente, no existe constancia alguna de que monjes
irlandeses llegaran a Canarias antes del redescubrimiento de las Islas. Hay que
entrever las fábulas que de este viaje se desprenden, pues incluso es sabido
que San Brendán no hizo tantos viajes como se le atribuye.
Las primeras visiones de la enigmática isla desde Canarias
datan de los años posteriores a la Conquista. No hay pruebas de que las
poblaciones prehispánicas de las Islas pudieran observarla, pero parece
probable, habida cuenta de la cantidad de siglos que permanecieron
habitándolas.
A continuación paso a enumerar las expediciones realizadas a
San Borondón que han tenido más repercusión a lo largo de la Historia.
Recordemos que estas incursiones no eran un asunto baladí, ya que se tenía la
certeza de que la isla existía, y sufragar los gastos de dicha empresa requería
de patrocinadores con poder económico. De hecho, los protagonistas y mecenas de
las expediciones habían negociado ciertos derechos sobre la isla, en muchos
casos capitulaciones que aseguraban parte de la riqueza que allí encontraran,
su gobierno, poblamiento y demás beneficios.
- 1487. Dulmo y Estreito parten de la isla de Terceira en dos carabelas.
- 1519. Francisco Fernández de Lugo, regidor de La Palma, diseña una expedición que se llevará a cabo con tres navíos.
- 1526. Fernando Álvarez y Fernando de Troya intentan conseguir la empresa, alentados por las mentiras de unos navegantes portugueses que afirmaron haber llegado a sus costas.
- 1537. Gabriel de Socarrás, conquistador y regidor de La Palma, dos navíos.
- 1556. Roque Nunes, acompañado de dos de sus hijos y el cura Martín de Araña. Este marinero portugués contó a su regreso que llegaron a estar cerca de la isla, pero que el orgullo por decidir quién de ellos la pisaba en primer lugar dio al traste con la expedición. También, debe mencionarse que en los años inmediatamente anteriores y posteriores a esta expedición se multiplican las noticias de personas que aseguran haber visto San Borondón. Sin ir más lejos, en ese mismo año de 1556, fray Bartolomé Casanova vió una enorme isla frente a las costas de Teno (Tenerife).
- 1570. Hernando de Villalobos. Tres navíos.
- 1570. Melchor de Lugo. Médico de profesión, organizó la expedición con ayuda de algunos personajes importantes de Santa Cruz de La Palma, los cuales gozaban de gran consideración social y notabilísimo poder económico para financiar los gastos. Para dirigir la aventura contrataron al experimentado piloto náutico Miguel Pérez, que también formaba parte de la alta sociedad palmera. No obstante, Melchor de Lugo sería el líder y capitán de la expedición del “San Andrés”, navío fletado para la ocasión.
- 1592. Galderique Fonte y Pagés. Ya en esta época el mito geográfico de la isla de San Borondón aparecía como casi exclusivo de Canarias.
- 1604. Gaspar Pérez de Acosta, junto con el franciscano fray Lorenzo Pinedo, emprende la búsqueda, motivado por el gran número de avistamientos que tienen lugar en estas fechas. De hecho, el extraordinario interés que suscita este tema hace prever que las expediciones seguirán produciéndose. Sin embargo, no hay noticias al respecto hasta más de un siglo después.
- 1721. Juan Franco de Medina, auspiciado por el Capitán General de Canarias Juan Mur. Esta fue la última expedición conocida, acometida en la balandra “Nuestra Señora de Regla. El Buen Viaje y San Telmo”, la más ligera y apropiada que se encontró en el puerto de Santa Cruz de La Palma. Entramos en el “siglo de las luces” y la lógica comienza a imponerse. Sin embargo, la situación económica de las islas en esta época es de auténtica penuria. Surge entonces la ilusión por descubrir un territorio nuevo que poder explotar, ese territorio es San Borondón. Probablemente, está expedición jamás se hubiera llevado a cabo si las condiciones de vida de los canarios hubiesen sido mejores, pero la grave crisis económica y social que asolaba el archipiélago animó a intentar una aventura en forma de esperanza para un futuro mejor. Debe recordarse que nos encontramos en plena crisis del vino, motor de la economía insular, debido al cierre del comercio internacional. Además, la sequía se ceba con las islas, afectando al cultivo de cereales, principal sustento de la población. Todo esto deriva en hambrunas, enfermedades y desplazamientos demográficos desde las islas periféricas a las islas centrales. Otro factor importante en esta época fue la introducción de las monedas falsas, muy abundantes en los comercios canarios, retrayendo las inversiones nacionales e internacionales.
Ni que decir tiene, que todas estas expediciones fueron infructuosas y acabaron en estrepitosos fracasos. No obstante, la ínsula encantada siguió divisándose. Valga como ejemplo el avistamiento multitudinario que se produjo en El Hierro en 1723, en La Palma en 1730 y 1735, también en La Gomera en 1759. Un largo etcétera de apariciones que llegarían incluso hasta nuestros días.
En el siglo XVIII cesa definitivamente el flujo de expediciones. Esto es debido a que en esta centuria se abre paso la ilustración. Un movimiento en el que la razón, a través del conocimiento humano debía de imponerse a la superstición e ignorancia dominantes. Al igual que en otros países de Europa, en Canarias esta movimiento intelectual se asentó en primer lugar entre las clases sociales más altas, para extenderse paulatinamente al resto de la sociedad. Viera y Clavijo, contemporáneo de este periodo, ya alude a la isla de San Borondón como un mero espejismo, y aunque no logra explicar de manera exacta cómo se produce, descarta tajantemente cualquier posibilidad de existencia física.
A partir del siglo XIX comienzan las explicaciones científicas del fenómeno, las noticias sobre nuevas apariciones de la isla ya no son relevantes, siendo pasadas por alto en los principales periódicos de la época, pues solamente el noticiero El Guanche, en el año 1865, hace alusión en sus páginas a un avistamiento. Ahora, el concepto “isla de San Borondón” va a ser utilizado con otros fines. Por ejemplo, Antonio Rodríguez López a través del periódico El Time, en la isla bonita, utiliza la imagen de espejo, sombra o isla gemela de La Palma que San Borondón ofrece para realizar una crítica constante sobre la clase política palmera, escudándose en una ficción paralela que ocurre en San Borondón. De esta manera evitará la tan temida censura de esos momentos.
Hoy nadie, o casi nadie duda de la inexistencia de esta isla misteriosa. La ciencia es clara y explica de forma detallada como se produce este espejismo. Dicha ilusión óptica debe mezclar varios factores climáticos para ser perceptible a nuestros ojos. La atmósfera debe estar serena, con una corriente de masas de aire ascendente a temperatura distinta, que suele originarse mediante el favonio, viento frío del NO (Está verificado que este viento, el más húmedo de Canarias; soplaba durante los avistamientos). Además, hay que añadir la reflexión y refracción de los rayos solares sobre ese punto concreto. De esta manera, se consigue el denominado espejismo lateral que da lugar a la formación de San Borondón, que no es más que una proyección deformada de la isla de La Palma. De hecho, existen documentos que dan fe de la similitud con esta isla. Así está escrito que en el año 1714 el coronel Roberto Ribas, el cual provenía de las Indias, divisó La Palma y prosiguió su viaje hasta Tenerife, encontrándose al día siguiente con la verdadera isla de La Palma. En este sentido, existen más relatos parecidos al del coronel. En los dibujos antiguos también se plasma el perfil de la isla de San Borondón (dibujada como si se viera desde otra isla o en barco) con un cierto parecido al de La Palma.
En el siglo XX, año 1958, la isla encantada es fotografiada por primera vez por Manuel Rodríguez Quintero, admirado fotógrafo de La Palma. (Abajo puede observarse la imagen).
Posteriormente, ya en pleno siglo XXI, el periodista Jaime Rubio Rosales graba en vídeo un avistamiento, curiosamente en la zona de Bañaderos y San Andrés, en el norte de Gran Canaria. En mi opinión solo se ven nubes y no tanto un espejismo. (Abajo tienen el enlace al vídeo). Así podrán sacar sus propias conclusiones.
En conclusión, el mito de la isla de San Borondón sigue vivo entre los canarios y canarias de nuestro tiempo, que esto suceda en plena era científica-tecnológica hace pensar sobre la vigencia que tuvo esta leyenda en el pasado, y el lugar que ocupó en el imaginario colectivo de nuestros ancestros. Sin duda, esta isla mágica forma parte de nuestra identidad como pueblo, y sus apariciones seguirán emocionando a niños y mayores durante generaciones.
Referencias:
Hernández, F. (2002). Las leyendas de los primeros predicadores de Canarias. Anuario del Instituto de Estudios Canarios. (47), 247-268.
Bruquetas, F., y Toledo, L. (1995-1996). San Borondón (El contexto socioeconómico de la expedición de 1721). Vegueta. (2), 65-71.
Pérez, J.E. (1998). Una isla y su sombra. San Borondón en la prensa decimonónica de La Palma. Revista Canaria, (180), 153-176.
Martín, E. (1996). Capitulación de Gabriel de Socarras para la conquista de la Isla de San Bernardo (San Brandán o San Borondón). Revista Canaria, (178), 129-150.
Regueira, L., y Poggio, M. (2007). Una expedición de Melchor de Lugo para descubrir la Isla de San Borondón (1570). Anuario de Estudios Atlánticos, (53), 99-166.
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