viernes, 20 de enero de 2017

Juan Castellano Ramos

Cierto es que este blog está dedicado a asuntos vinculados con nuestro pueblo canario. Sin embargo, el tema que trataré hoy puede parecer alejado de la dinámica que trato de ofrecer en este blog. Digo esto porque hoy escribiré sobre una persona, un canario. Quizás se pregunten ¿Aportó algo a la cultura canaria? ¿Aparece en nuestros libros de Historia? ¿Descubrió nuevos endemismos? O ¿Es uno de nuestros artistas? Pues bien, me veo con la seguridad suficiente para poder afirmar que fue mucho más que todo eso. Juan Castellano abandonó este mundo el pasado mes de noviembre a los 77 años de edad, después de una vida entregada a todos aquellos que tuvimos la suerte de pasar algún rato con él. Era sacerdote católico, un religioso que puso su vida en manos de Dios. Pero daba igual que fueras creyente, agnóstico o ateo, pues todo el mundo que lo conocía quedaba maravillado por la energía tan grande que envolvía su ser, conseguía que te sintieras cómodo desde el primer segundo y siempre estaba dispuesto a escucharte, calmarte, animarte, aconsejarte, o lo que hiciera falta para que pudieras regresar a tu casa con el alma llena de ilusión renovada. Empoderar el espíritu de otro ser humano de esa manera es algo tan difícil de logar, que solo se lo he visto hacer a él, de ahí su grandeza. Juan era la paz personificada, un ser totalmente excepcional y único, doy gracias por haberme cruzado en su camino.

Lo conocí en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, en mi barrio, Guanarteme. Allí tuve la oportunidad de tener mis primeras conversaciones con él, junto con otros jóvenes del barrio. Juan siempre se encargaba de arrojar luz sobre las verdades de la vida, y en aquella época en la que muchos teníamos aún la brecha de la adolescencia, él se erigía como un faro mostrándonos el camino. Muy a su manera, con mesura, cariño y palabras amables, nos iba guiando hacia lo que era realmente importante, aquello que no se ve, que emana de lo más profundo de las personas, nuestra alma. En definitiva, cultivar nuestro amor y ofrecerlo a los demás, construir el mundo regalando lo mejor de nuestros corazones a la Humanidad. ¿Puede haber algo más revolucionario que eso? Yo no lo creo.

Posteriormente, lo trasladaron a la parroquia de la Sagrada Familia en Las Alcaravaneras, ya me quedaba más lejos ir a visitarlo, habían pasado varios años sin vernos. No obstante, se acordó perfectamente de mí y me recibió con una gran sonrisa. Con asiduidad pasaba por allí, en muchas ocasiones hablábamos, y cuando me enfrentaba a alguna situación difícil en la vida siempre estaba presto a ofrecerme su ayuda. Aunque Juan estuviese atareado, siempre sacaba tiempo para atenderme, así que es imposible estar más agradecido de lo que estoy hoy por haberme dedicado su valioso tiempo.



Cuando lo destinaron a la parroquia de Santo Domingo, en Vegueta, perdí totalmente el contacto con él. Mi vida cada vez se llenaba de más obligaciones y la agenda rara vez me daba tregua. Volvieron a pasar años y, finalmente, me enteré de su fallecimiento a través del periódico. En sus páginas pude leer la lucha que mantuvo en sus últimos años contra una terrible enfermedad, la cual afrontó dignamente, como no podía ser de otra manera en un hombre de su dimensión espiritual. Y fue en esos momentos cuando estuvieron sus verdaderos amigos y familiares junto a él, quienes lo atendieron y le devolvieron parte del amor que Juan había derramado por todos.

Desde estas líneas, aunque ya han pasado más de dos meses desde que Juan Castellano partió, quiero dar mi más sentido pésame a su familia y amigos, por si alguna vez se encuentran con este artículo, sepan que me hizo mucho bien conocerlo, que cambió mi vida, aunque no me haya dado cuenta hasta hace poco del impacto que causó en ella. Siempre lo estimé, pero quiero pensar en él en presente, pues solo mueren los que son olvidados, y Juan siempre será recordado. Él ya habita en nuestros corazones y nos acompañará desde la eternidad en el caminar de nuestra vida. Solo tenemos que buscarlo en nuestro interior, y allí está él, en tiempo presente, con su mirada limpia y su eterna sonrisa.

Foto extraída de meridianews.com


Muchísimas gracias Juan, te recordaré hasta el fin de mis días. Disfruta de tu nueva vida, te la mereces.

2 comentarios:

  1. Este artículo me ha emocionado.Con la profundad de tus palabras no me queda duda de que lo llevas en el corazón.

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  2. Así es. Muchas gracias por tu comentario :-) Te mando un beso bien grande.

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