Cierto es que este blog está dedicado a asuntos vinculados
con nuestro pueblo canario. Sin embargo, el tema que trataré hoy puede parecer
alejado de la dinámica que trato de ofrecer en este blog. Digo esto porque hoy
escribiré sobre una persona, un canario. Quizás se pregunten ¿Aportó algo a la
cultura canaria? ¿Aparece en nuestros libros de Historia? ¿Descubrió nuevos
endemismos? O ¿Es uno de nuestros artistas? Pues bien, me veo con la seguridad
suficiente para poder afirmar que fue mucho más que todo eso. Juan Castellano
abandonó este mundo el pasado mes de noviembre a los 77 años de edad, después
de una vida entregada a todos aquellos que tuvimos la suerte de pasar algún
rato con él. Era sacerdote católico, un religioso que puso su vida en manos de
Dios. Pero daba igual que fueras creyente, agnóstico o ateo, pues todo el mundo
que lo conocía quedaba maravillado por la energía tan grande que envolvía su
ser, conseguía que te sintieras cómodo desde el primer segundo y siempre estaba
dispuesto a escucharte, calmarte, animarte, aconsejarte, o lo que hiciera falta
para que pudieras regresar a tu casa con el alma llena de ilusión renovada.
Empoderar el espíritu de otro ser humano de esa manera es algo tan difícil de
logar, que solo se lo he visto hacer a él, de ahí su grandeza. Juan era la paz
personificada, un ser totalmente excepcional y único, doy gracias por haberme
cruzado en su camino.
Lo conocí en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, en mi
barrio, Guanarteme. Allí tuve la oportunidad de tener mis primeras
conversaciones con él, junto con otros jóvenes del barrio. Juan siempre se
encargaba de arrojar luz sobre las verdades de la vida, y en aquella época en
la que muchos teníamos aún la brecha de la adolescencia, él se erigía como un
faro mostrándonos el camino. Muy a su manera, con mesura, cariño y palabras
amables, nos iba guiando hacia lo que era realmente importante, aquello que no
se ve, que emana de lo más profundo de las personas, nuestra alma. En definitiva,
cultivar nuestro amor y ofrecerlo a los demás, construir el mundo regalando lo
mejor de nuestros corazones a la Humanidad. ¿Puede haber algo más
revolucionario que eso? Yo no lo creo.
Posteriormente, lo trasladaron a la parroquia de la Sagrada
Familia en Las Alcaravaneras, ya me quedaba más lejos ir a visitarlo, habían
pasado varios años sin vernos. No obstante, se acordó perfectamente de mí y me
recibió con una gran sonrisa. Con asiduidad pasaba por allí, en muchas
ocasiones hablábamos, y cuando me enfrentaba a alguna situación difícil en la
vida siempre estaba presto a ofrecerme su ayuda. Aunque Juan estuviese
atareado, siempre sacaba tiempo para atenderme, así que es imposible estar más
agradecido de lo que estoy hoy por haberme dedicado su valioso tiempo.
Cuando lo destinaron a la parroquia de Santo Domingo, en
Vegueta, perdí totalmente el contacto con él. Mi vida cada vez se llenaba de
más obligaciones y la agenda rara vez me daba tregua. Volvieron a pasar años y,
finalmente, me enteré de su fallecimiento a través del periódico. En sus
páginas pude leer la lucha que mantuvo en sus últimos años contra una terrible
enfermedad, la cual afrontó dignamente, como no podía ser de otra manera en un
hombre de su dimensión espiritual. Y fue en esos momentos cuando estuvieron sus
verdaderos amigos y familiares junto a él, quienes lo atendieron y le
devolvieron parte del amor que Juan había derramado por todos.
Desde estas líneas, aunque ya han pasado más de dos meses
desde que Juan Castellano partió, quiero dar mi más sentido pésame a su familia
y amigos, por si alguna vez se encuentran con este artículo, sepan que me hizo
mucho bien conocerlo, que cambió mi vida, aunque no me haya dado cuenta hasta
hace poco del impacto que causó en ella. Siempre lo estimé, pero quiero pensar
en él en presente, pues solo mueren los que son olvidados, y Juan siempre será
recordado. Él ya habita en nuestros corazones y nos acompañará desde la
eternidad en el caminar de nuestra vida. Solo tenemos que buscarlo en nuestro
interior, y allí está él, en tiempo presente, con su mirada limpia y su eterna
sonrisa.
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Foto extraída de meridianews.com |
Muchísimas gracias Juan, te recordaré hasta el fin de mis días. Disfruta de tu nueva vida, te la mereces.
Este artículo me ha emocionado.Con la profundad de tus palabras no me queda duda de que lo llevas en el corazón.
ResponderEliminarAsí es. Muchas gracias por tu comentario :-) Te mando un beso bien grande.
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