Lanzarote
Junto a Fuerteventura, es la isla más antigua del
archipiélago, con más de 20 millones de años de antigüedad. En contra, presenta
la actividad volcánica de grandes proporciones más reciente de Canarias, entre
1730-36 y 1824. Estas erupciones generaron un tercio de la actual superficie de
la isla. También fue la primera isla conquistada, instalando Jean de
Bethencourt su puesto del mando en el Rubicón, al sur de la isla.
El nombre de la isla es un antropónimo proveniente del
navegante genovés Lancelotto Malocello, quien llegó a sus costas entre 1320 y
1340, permaneció allí durante unos 20 años, hasta que fue expulsado o muerto
por los aborígenes. Levantó una torre de piedra que aún existía en tiempos de
la expedición bethencouriana.
Con el tiempo, la aventura de este intrépido navegante se
fue difundiendo, denominándose esta isla como “la isla de Lanzeloto”, así
aparece en el Planisferio de Angelino Dulcert en 1339. Actualmente la conocemos como Lanzarote.
Existen leyendas inciertas sobre el origen del nombre de la
isla. Una de las más llamativas es la que narra que a Jean de Bethencourt se le
rompió la lanza al desembarcar en sus playas, y de ahí surgió el nombre de “lanzarota”,
que posteriormente derivaría en Lanzarote.
El nombre que los aborígenes daban a su isla era el de
Tyterogaka, aunque no está suficientemente contrastado el significado del
mismo.
La capital histórica fue Teguise, que toma su nombre de una princesa aborigen, quien fue casada con Maciot de Bethencourt, sobrino del conquistador. Ya en siglo XIX, la capitalidad insular se trasladó a Arrecife.
La Graciosa
Es un nombre que también es muy común en otros archipiélagos
del mundo. Su nombre se asocia a su visión amable y agradable, con playas
doradas y bonita silueta. Debe destacarse que ya se llamaba así antes de la
conquista.
La toponimia aborigen encontrada allí, así como en el resto
de islotes, tuvo lugar después de la conquista. Esto nos hace pensar que nunca
fueron pobladas por los aborígenes.
Después de la conquista se introdujeron cabras y ovejas
procedentes de Lanzarote. Cuando se multiplicaban eran vendidas a Gran Canaria
o Tenerife.
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX tuvo
lugar el poblamiento de la isla, mediante pobladores provenientes de Haría y
Teguise, quienes se instalaron allí para crear una factoría de salazón y
derivados. La idea no tuvo éxito, pero ese grupo de personas permanece en La
Graciosa y traen a sus familias, surge así Caleta de Sebo.